La Gran Tribu:
Por otro lado, la humanidad es sólo una y todos, indígenas o no, participamos de la acción humana; somos todos indígenas tal vez. Así siendo, nosotros, los indígenas de la gran tribu, de la civilización general, via-jando el globo, aproximandose y experi-mentando culturas, ponderando y analizan-do también, sabemos – un resultado de la Teoría de Leary – que el potencial curativo de la Ayahuasca es un proceso psicosomático de cura de alguna forma catalizado por la planta cuando usada en un contexto favo-rable y por personas en busca de solucio-nes. Por lo tanto, sabemos que la cura es un proceso, una “gestalt”.
La cura es un fenómeno que surge en la intersección del encuentro trino, de la planta, del hombre y de la intención. La elaboración de la intención adecuada, de la ética, de la ecología y definición de las virtudes – socráticas, teológicas, repensadas y modernas – es una elaboración de todos los indígenas del mundo.
El cultivo de una conciencia ampliada e de cualidad es fruto de los hombres pensantes, de los filósofos, de los hombres de ciencia y de la universidades, de los indios globales, de los practicantes. Todos son necesarios en la construcción y desarrollo de un “empirismo holístico y sinérgico”.
Un empirismo capaz de detectar las conexiones biológicas, neuronales, psico-lógicas, sociológicas de la experiencia de “ser humano”. Un empirismo llevando en consideración, reconociendo, la presencia circundante del misterio, de lo fantástico, de lo inexplicable, aun sabiendo que casos específicos y experiencias personales no configuren casuísticas.
Un empirismo apuntado para el reconocimiento de nuestra incapacidad de entender totalmente el infinito; el reconocimiento de que estamos suspendidos en el misterio de la esencialidad de la existencia y de la aparente o real esen-cialidad de la conciencia.
Un empirismo holístico que sepa cultivar el arte de vivir en la no certeza y sin dogmas (sunyata); el reconocimiento de la belleza, de la grandeza y crea-tividad de la mutabilidad es de hecho la cura radical de la inseguridad y del miedo, de la compulsión y del absolutismo.
En esta manera de ver, el conocimiento – en eterna construcción – de las potencias y limitaciones atinentes a los diversos estados de conciencia; el cono-cimiento de la naturaleza científica de estos estados y de su inducción; el conocimiento y comprensión de la interacción de los factores de Leary (Factor Personal, ambiental y la infusión) en la realización y dinámica de la visión, de la experiencia redefinida a identidad y acción de los “chamanes”.
De la definición primordial:
“Yo soy chaman; trabajo con poderes sobrenaturales catalizados por estados de transes; invoco entidades espirituales para operar curas. Uso una planta de poder, una planta instructora que liberta el espíritu de su envoltorio carnal, permitiendo la entrada en el mundo astral, de allá vuelvo con visio-nes, instrucciones y conocimiento para diagnosticar y neutralizar los espíri-tus malignos causadores de enfermedades”.
En busca de una identidad moderna, repensada, afirmando:
“Soy terapeuta y formador preparado con tecnología psicosomática: estimu-lo procesos creativos y holísticos en busca de curas y soluciones. Comparto una planta psico-activa que amplia la sensibilidad y la creatividad, liberta la mente y la imaginación de sus condicionamientos y hábitos permitiendo acceder potenciales nuevos, creativos y últimamente misteriosos de la reali-dad”.
Por lo tanto, reconocemos trazos “chamanísticos” en nuestras actividades, por el cultivo de los mismos valores esenciales, sino también trazos modernos y oriundos de la filosofía perenne. Intentamos trabajar esos elementos en el intento de trascender y resolver las dicotomías, incluso la dicotomía “natural / sobrenatural”. Así como cultivar el reconocimiento místico de la “unicidad” o sea de las igualdades esenciales entre los seres.